Suspender las patentes resuelve la escasez de vacunas

Conversamos con Ángela Uyen, especialista en políticas de salud de Médicos sin Fronteras, sobre el comercio de vacunas y los problemas éticos y logísticos alrededor de la inmunización. 

Mientras miles de médicos y trabajadores arriesgaban sus vidas en la primera línea de lucha contra la pandemia, un representante diplomático del Vaticano, una lobbista y hasta un gamer fueron vacunados bajo criterios oscuros aún por investigar. 

Enlistados y clasificados como “invitado”, “entorno cercano”, y otras etiquetas carentes de rigurosidad, sabemos por lo menos 487 personas recibieron hasta tres dosis de la vacuna de Sinopharm, enviadas por el laboratorio en paralelo a las vacunas y placebos destinadas a la Fase III del ensayo clínico desarrollado en el Perú. 

En medio de la urgencia y la escasez de vacunas, esta situación invita a observar la ética alrededor de su producción y distribución: ¿Debe permitirse su comercialización? ¿Puede justificarse la repartición de vacunas sin licencia? ¿Es válido suspender la propiedad intelectual de los laboratorios? 

Sobre estos y otros asuntos conversamos con Ángela Uyen, médico especialista en políticas de salud en Médicos sin Fronteras.

Ángela Uyen. Twitter @AngelaUyen.

El ritmo de producción de vacunas es insuficiente para abastecer a todo el mundo de manera oportuna. ¿Cuánto tiempo puede tomar inmunizarnos?   

A este ritmo, algunos países podrían terminar de vacunarse hasta en dos años. Cuando lleguemos a ese punto, es probable que las mutaciones del virus ya hayan escapado de su efectividad. No creo que queramos lidiar con ese problema.

Las farmacéuticas, que tienen problemas incluso para cumplir con las fechas ya pactadas, saben que deben apurarse y descentralizar su producción; sin embargo, no quieren abrir su propiedad intelectual, ese es el cuello de botella. 

No es un problema de capacidad técnica o logística en el mundo, sino comercial.

¿No se puede descentralizar la producción sin renunciar a las patentes? 

Las farmacéuticas tendrían que abrir nuevas plantas y, por el tiempo que esto puede tomar, no soluciona el problema. Es mucho más eficiente acudir a puntos de producción existentes, pero esto implica una transferencia tecnológica que las corporaciones prefieren evitar. 

Esta pandemia no va a terminar rápido. Lo que esperamos es que los líderes mundiales exijan transparencia a las farmacéuticas, que alcancen un acuerdo para suspender temporalmente las patentes y otros derechos de propiedad intelectual aplicados a las vacunas, diagnósticos y otras tecnologías que nos ayudan a enfrentar la pandemia.

¿Existe alguna petición formal?

Entre febrero y marzo los gobiernos se van a reunir en la Organización Mundial del Comercio (OMC) para revisar una solicitud presentada por India y Sudáfrica a la que se han sumado otros países del mundo. Se pide que se exenten de patentes a las herramientas para combatir el Covid-19.

Si adoptaran la propuesta, los países que deseen pueden optar por no otorgar patentes y otras exclusividades, y esto podría facilitar muchísimo la rápida colaboración para desarrollo, manufactura, suministro, etc. 

Debemos tener en cuenta que ya vamos más de 2 millones de personas fallecidas en el mundo. Las farmacéuticas no se inmutan y siguen manteniendo el enfoque habitual, centrado en maximizar las ganancias. 

¿Cuál es el argumento de las farmacéuticas para defender la propiedad intelectual incluso en estas circunstancias?

Argumentan que invierten mucho dinero en el desarrollo de la tecnología. Sin embargo, estas vacunas se han desarrollado con grandes inyecciones de dinero público. Según datos de Airfinity, los gobiernos han aportado al menos 9 mil milones de dólares para la investigación. Organizaciones sin fines de lucro o filántropos han sumado otros 2 mil millones. 

Es un debate abierto y anterior a la pandemia. Algunas organizaciones incluso han calculado costos de producción hasta 10 veces menores a los estipulados por las farmacéuticas. 

Y por eso hay tanto secreto y falta de transparencia. Si las farmacéuticas abrieran la información sobre cuánto les cuesta desarrollar un medicamento, pagaríamos precios más justos. 

La solución no es tener farmacéuticas nacionales. No hace falta verlo en blanco o negro, esa discusión es fatal. Está bien que lo haga el privado, pero con transparencia. Nadie dice que no deban tener ganancias, pero cuando se trata de salvar vidas, no puedes pretender una ganancia del mil o cinco mil por ciento. Menos cuando has recibido fondos públicos.  

Uno podría pensar que faltan plantas o técnicos; pero no, faltan ganas de colaborar con la crisis mundial. 

La urgencia que están desatando las nuevas variantes es un argumento que necesitamos poner sobre la mesa. Vamos a ver cómo le va a India y Sudáfrica en la siguiente reunión con la OMC. 

DISTRIBUCIÓN EQUITATIVA 

La idea tras la creación de COVAX era asegurar la distribución equitativa de vacunas. Sin embargo, hoy la escasez perjudica principalmente a los países de menores ingresos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) predijo este escenario. Así que, para evitar que el mercado juegue con las vacunas, decidieron crear COVAX, un mecanismo para centralizar las vacunas y hacerse cargo de la distribución equitativa. 

Se convocó a todos los países en el mundo, se unieron 172, principalmente de ingresos medios y bajos. El modelo dejó de tener sentido cuando Estados Unidos anunció que no se uniría a COVAX y comenzó negociaciones con las farmacéuticas de manera bilateral. En ese momento, muchas otras naciones medianamente poderosas optaron por seguir ese camino y dejaron a COVAX como una opción secundaria. 

Es el escenario ideal para las farmacéuticas. Manejan los precios como quieren, hacen acuerdos secretos. El mercado no tiene ninguna regulación. 

Esta situación ha postergado el abastecimiento para COVAX, atrasando en la lista de espera a los países más pobres. Algunos son completamente dependientes de este mecanismo.

En el plano local, se ha discutido la posibilidad de que las vacunas sean comercializadas por empresas privadas. 

Es importante que el Estado asegure gratuidad, universalidad y equidad; es decir, que va a ser distribuida con criterios que prioricen a los más vulnerables.

Si en una segunda etapa, en la que el acceso gratuito y universal está asegurado, entra la empresa privada; si un paciente puede elegir entre vacunarse en el hospital o la clínica, no veo conflicto. Es parte del libre mercado en el que vivimos. 

En cambio, si la vacuna se comercializa antes de ser distribuida a los más vulnerables, sí es problemático. Por proteger a sus seres queridos, muchas familias serán empujadas a la pobreza, mientras otras solo deberán abrir la billetera. Aumentando así la desigualdad.  

Y no es la única manera en la que agranda esa brecha.

Así es. Otro factor importante es que no podemos estar seguros del impacto de la vacuna en la transmisión de la enfermedad. Puede generarse un grupo de personas que, al sentirse protegidas, bajen la guardia y contagien a los no-vacunados. Nuevamente: se incrementa la desigualdad y sigue muriendo el grupo más vulnerable. 

Defender este escenario, donde el privado comercia con la vacuna antes de que el Estado pueda proveerla, equivale a decir: bueno pues, que se mueran y se enfermen los pobres si yo puedo no estar ahí. No es aceptable ética ni moralmente. 

INFECCIÓN Y ENFERMEDAD

¿El impacto de las vacunas en la transmisión no ha sido evaluado en los ensayos realizados hasta el momento?

La eficacia de las vacunas se ha medido desde la severidad de los síntomas y la muerte. Esas han sido las variables hasta el momento, y todavía no podemos estar seguros de su impacto en la transmisión. 

Las vacunas son solo una parte de la ecuación, por eso las medidas de distanciamiento social deberán continuar incluso para los vacunados. 

¿Algún laboratorio ha estudiado la transmisión?

Solo Astrazeneca. Posiblemente tengamos los resultados de su estudio pronto. 

¿Podríamos decir que es más importante frenar la severidad de la enfermedad? ¿Ocurre igual con todas las vacunas?

La definición de eficacia depende de la enfermedad y la vacuna candidata. En general, el objetivo de la vacunación es prevenir o mejorar la enfermedad y no necesariamente prevenir la infección. Por ejemplo, vacunas para rubéola, las paperas, el sarampión y la poliomielitis previenen enfermedades, pero no transmisión.

Por lo tanto, el criterio principal de valoración de la eficacia de los ensayos de vacunas de Fase III suele ser definido con respecto a la morbilidad o mortalidad

En un mundo ideal, las vacunas prevendrían la infección. En el mundo real es extremadamente difícil producir vacunas que lo logren. La mayoría de las vacunas que se utilizan de forma habitual en la actualidad no consiguen este objetivo. 

Pero siguen siendo útiles.

Exacto. Por ejemplo, las vacunas contra el rotavirus, una causa común de diarrea en los bebés, solo pueden prevenir enfermedades graves. Pero aun así, esto es invaluable para controlar el virus. En Estados Unidos, por ejemplo, ha habido casi un 90% menos de casos en hospitales por rotavirus desde que se introdujo la vacuna en el 2006.

Se ha demostrado que las primeras vacunas contra el SARS-CoV-2 autorizadas son muy eficaces para reducir la enfermedad. A pesar de esto, aún no sabemos si estas vacunas pueden reducir la infección. Se espera que los datos estén pronto disponibles de los ensayos clínicos de vacunas en curso. 

¿Cómo se diseña un experimento para evaluar el impacto de la vacuna en la transmisión?

Uno de los estudios que he estado viendo no solo sigue al paciente vacunado, sino que testea cada cierto tiempo también a sus cohabitantes para observar si hay contagio.

Así podemos saber cuántos vacunados se contagiaron, y qué tanto contagiaron a los demás. 

El covid tiene una tasa de contagio bastante alta, así que entendemos que todas las personas que viven juntas son proclives a contagiarse. 

DESIGUALDAD Y SALUD 

Se suele ligar a la salud únicamente con acceso a hospitales, pero existen otras variables que inciden profundamente en ella. ¿Cómo se relacionan desigualdad y salud?

Existe una relación bastante estrecha. Biológicamente, todos somos seres humanos y tenemos el mismo sistema. Pero hay otros factores que hacen a unos más vulnerables que otros: alimentación, vivienda, educación y el acceso a servicios básicos, principalmente. 

Por ejemplo….

Respecto a los servicios básicos: en epidemias de cólera el saneamiento y el agua son importantísimos. Quienes tienen acceso a agua limpia no sufren el impacto que soportan poblaciones que no la tienen. 

La vivienda es muy importante cuando se habla de tuberculosis. Se esparce entre familias y personas cuando los lugares que habitan no están ventilados o viven hacinados. Ocurre igual con el Covid-19.

El nivel educativo marca diferencias cuando se trata de comprender los mensajes, de diferenciar entre noticias falsas y no, de entender sobre el desarrollo de la ciencia. 

Y hasta en situaciones mucho más inmediatas la desigualdad juega un rol importantísimo: una familia sin refrigeradora debe hacer mercado con mucha mayor frecuencia y no podrá seguir las medidas de aislamiento y distanciamiento como aquellos que sí la tienen. 

Junto al cambio climático, la inequidad es la más grande crisis que enfrenta el planeta, y son siempre los más vulnerables quienes cargan las peores consecuencias.


Artículo de divulgación científica elaborado gracias al apoyo del Programa de Responsabilidad Social Universitaria (RSU-UNI) a través de su eje de apoyo a la investigación.