Comunicar “tecnociencia” en servicio de la humanidad

Por Gerald Salazar y Kelly Vega.

Entrevista a Alfredo Marcos, profesor en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Valladolid (España), Doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona. Ha publicado más de una decena de libros y más de cincuenta artículos en revistas nacionales e internacionales, como Studies in History and Philosophy of Science.


¿Quién es Alfredo Marcos?

He dedicado mi carrera como investigador y como docente a la filosofía de la ciencia. Como tal, llevo muchos años impartiendo la materia de “Comunicación de la Ciencia” en el Máster de Lógica y Filosofía de la Ciencia. También he impartido la materia de “Periodismo Científico” en el Grado en Periodismo. Me interesa mucho la reflexión filosófica sobre la comunicación científica, y a ello he dedicado parte de mi docencia, de mi investigación y un buen número de publicaciones (pueden consultarse en: www.fyl.uva.es/~wfilosof/webMarcos).

¿Qué es la comunicación científica para usted?

Desde el punto de vista filosófico, el “modelo de déficit” asume que la ciencia es la única fuente legítima y fiable de conocimiento, a partir de la cual se ha de subsanar la ignorancia del pueblo. Sin embargo, me parece más acertado el “modelo de conversación” la cual es un modelo en pie de igualdad, en la que existen diversas fuentes legítimas de conocimiento, entre ellas las de carácter científico, pero también las propias de la experiencia cotidiana, de las prácticas sociales, de las artes, de los oficios, de las diversas tradiciones sapienciales y, sobre todo, del sentido común. Entre ellas ha de darse una conversación respetuosa y justa, para beneficio de todas ellas, de las personas, de la sociedad y del medio natural. Así entiendo yo la comunicación de la ciencia. 

Existen diferentes conceptos: divulgación, periodismo, comunicación científica, ¿cómo diferenciarlos o abordarlos?

El término más general y abarcador de todos es el de “comunicación de la ciencia”. Ahora bien, existen modos específicos de comunicación de la ciencia. Cuando un científico escribe un artículo en una revista especializada está comunicando ciencia, pero solo a sus colegas. Cuando la comunicación científica se abre a la sociedad en general hablamos de “comunicación social de la ciencia”. Esta, a su vez, puede concretarse como mera “difusión” (o “diseminación”), en la cual contenido científico se reproduce tal cual en los medios, sin adaptación; como “divulgación”, que ya supone una adaptación del contenido científico al posible receptor del mismo; como “transferencia”, cuando el mensaje va dirigido al sistema productivo, o bien como “periodismo científico”.

Por otra parte, se han de desarrollar foros en los que la comunicación científica pueda darse propiamente como conversación. Los medios son idóneos para ello. Han de recoger aportaciones de muy diversas fuentes. También las instituciones culturales, ciudadanas y políticas, las universidades, los foros artísticos, etc, pueden ser territorios en los que la conversación sobre temas científicos se produzca de modo fluido, libre y justo. Todo ello contribuirá a producir algo más que mera “alfabetización científica”, algo más que “cultura científica”, contribuirá a la producir una auténtica “apropiación social de la ciencia” y una “ciencia participativa o ciudadana”.

Por último, habría que empezar a hablar de “comunicación de la tecnociencia”. Ciencia y tecnología son realidades histórica y conceptualmente distintas, pero la simbiosis actual que mantienen nos obliga a mirarlas y hacer comunicación en su conjunto.

Cuéntenos sobre su experiencia en la enseñanza de la filosofía de la ciencia

He explicado filosofía de la ciencia tanto a científicos como a filósofos y, además, a lo largo de mi carrera, he intentado siempre ponerla también a disposición del público en general. Es decir, hay que hacer también comunicación de la filosofía, no solo comunicación de la ciencia. Y he intentado hacer estas labores siguiendo el modelo de conversación, lo cual ha sido sumamente gratificante; me ha permitido aprender de mis estudiantes e interlocutores en clases y conferencias mucho más de lo que he podido enseñar a ninguno de ellos.

Hoy la filosofía de la ciencia es una disciplina que colabora con el resto de las ramas de la filosofía (metafísica, ética, estética, lógica…) y se apoya en ellas, no pretende reemplazarlas. Es también una disciplina que conversa con las ciencias, coopera con ellas a través de la clarificación conceptual, a través de la reflexión ética y política, a través del diálogo sobre cuestiones ontológicas y epistémicas, poéticas y retóricas. Y, por supuesto, la filosofía de la ciencia actual colabora con la tecnociencia en la tarea de comunicación social de esta última.

Puestas así las cosas, uno puede conectar de modo fluido con los intereses de las personas más diversas. Todo ello hace que la experiencia de trabajo en filosofía de la ciencia –enseñanza, investigación, comunicación social- pueda resultar muy estimulante y vitalmente enriquecedora. 

¿Qué tanto se valora la divulgación científica en su institución?

En este terreno, el del reconocimiento del trabajo de comunicación, se ha avanzado mucho en los últimos años. Es cierto que la situación de partida era paupérrima. No me refiero aquí a mi universidad en concreto, sino a la universidad en general, como institución, y a los organismos a los que corresponde legislar sobre la misma. La práctica hace apenas un par de décadas consistía en valorar y reconocer únicamente las tareas docentes e investigadoras, con diferente énfasis en unas u otras según instituciones y momentos. 

Ha resultado muy difícil llegar a un equilibrio y a un justo reconocimiento de ambas tareas, como complementarias, imprescindibles e igualmente importantes en la actividad de todo académico. Peor parada todavía solía salir la actividad de comunicación social, de transferencia, de divulgación, de apertura a los conciudadanos. Y, sin embargo, es tan importante como las dos anteriores, y también complementaria de ellas.

Ahora las instituciones universitarias y políticas empiezan tímidamente a reconocer la comunicación social como mérito y tarea propia del académico. Como muestra, diré que en España se ha convocado este año, por primera vez, el llamado “sexenio de transferencia”, mediante el cual se reconocen los méritos de este tipo (transferencia, comunicación, divulgación, pertenencia a comités ciudadanos…) que el académico haya podido aportar en seis años. La convocatoria ha tenido una participación altísima, que ha desbordado las expectativas del ministerio correspondiente. Eso muestra que numerosísimos académicos realizaban desde hace años tareas de este tipo aun sin esperar por ello ningún reconocimiento profesional ni salarial. Los académicos han reconocido, antes que las instituciones, la importancia crucial de este tipo de actividades. 

¿Cómo comunicar conceptos complejos a las personas?

Se requiere creatividad, es decir, una cierta poética propia de la comunicación, capacidad metafórica e imaginativa, diseño de nuevas retóricas, capacidad para generar interés y confianza en la audiencia. Esto lo pueden hacer algunos científicos. Pero ser un buen científico no garantiza que uno sea un buen comunicador. Por ello estas tareas deben estar distribuidas, profesionalizadas, institucionalizadas en un sistema de comunicación complejo, que abarque desde la escuela hasta los medios, que incorpore personas procedentes de las tecnociencias, de la literatura, del periodismo, de la filosofía, de la gestión, del entretenimiento, entre otras. Siempre resultará más fácil y eficaz la comunicación si se emprende como conversación y no como monólogo, si se afronta –por decirlo en jerga filosófica- como fusión de horizontes hermenéuticos.

Recordemos que no solo se comunican conceptos, que también se comunican metodologías, trayectorias históricas, intereses, actitudes, riesgos e impactos. La comunicación de la ciencia ha de atender a todo ello. Y a veces puede resultar más difícil comunicar al público una determinada actitud de la comunidad científica que un concepto abstracto.

¿Cómo se ha desarrollado la divulgación científica en la Universidad de Valladolid?, ¿a qué desafíos nos enfrentamos como comunicadores científicos en el futuro?

Más que de divulgación, cuando se trata de una institución tan amplia como una universidad, habría que hablar de comunicación, y no solo de comunicación de la ciencia, sino también de las humanidades, las ingenierías, etc. De hecho, los estudios de humanidades se han sumado con entusiasmo en los últimos años a estas tareas de comunicación con la sociedad. En términos más concretos, mi institución incorpora una unidad de innovación y transferencia que conecta la investigación con el sector productivo y con la sociedad en general. Fomenta la comunicación en diversas direcciones, no solo desde las unidades de investigación hacia la sociedad, sino también desde esta hacia los investigadores, por ejemplo, a través de la exposición de intereses, necesidades o percepción del riesgo. 

Además, la Universidad de Valladolid incorpora una materia de comunicación científica en uno de sus masters, así como otra de periodismo científico en un grado. Con ello impulsa la reflexión teórica sobre la comunicación de la ciencia. A dicha reflexión sirven también varias tesis doctorales leídas en los últimos años. Por supuesto, toda esta actividad comunicativa es susceptible de ampliación y mejora, pero lo cierto es que en las últimas décadas hemos visto cómo la sensibilidad hacia la comunicación ha ido creciendo considerablemente en las instituciones académicas.

Reflexiones finales

Comunicar ciencia, o mejor aún, tecnociencia, es ponerla en común, acercarla al sentido común, ponerla a jugar en equipo con otras fuentes legítimas de saber, hacerla tema de conversación común, de conversación razonable, respetuosa, justa. Comunicar tecnociencia es ponerla al servicio de la vida humana. Vivimos mejor en la verdad que en el error, las personas somos así, en la contemplación de la belleza de la realidad nos desarrollamos mejor que en la privación de la misma, nos gusta entender el mundo. Como cualquier otra actividad humana, la tecnociencia ha de orientarse según estas guías comunes y ha de considerarse como una empresa común, de ahí la importancia radical de su comunicación.